La situación que vivimos estos día a raíz de la llegada del coronavirus a nuestro país nos está obligando a todos a poner nuestras vidas en una cuarentena, a la espera de que ese esfuerzo social contenido de sus frutos y los contagios desciendan a un ritmo asumible para el sistema sanitario . Y en ese cambio de nuestra cotidianidad es cuando nos damos cuenta de lo mucho que echamos de menos los pequeños gestos que hacían la vida más amble. Abrazarnos, tocarnos, dejarnos abrazar o saludarnos es más que una convención social. Es la manera más cercana que tenemos de reconocernos y reconocer al otro. Somos en la medida en que «somos juntos y juntas». Nuestra actividad, como la de muchos, se ha ralentizado en estos días. Es lo que toca. A cambio otras y otros trabajan denodadamente para cuidar de todos. ¡Qué agradecidos os estamos!. Por nuestra experiencia de todos estos años, podemos decir que conocemos algo del sufrimiento humano y de la vulnerabilidad de la vida. Ojalá estos días tan difíciles nos dejen algunas enseñanzas para vivir mejor en el futuro, vivir más hacia el otro. Ojalá recuperemos esa empatía imprescindible, quizás sería mas sencillo llamarla simplemente humanidad, para reconocernos en el sufrimiento de los demás sin necesidad de vivirlo en nuestras vidas. Porque eso es lo que nos está pasando ahora, estamos viviendo algo que antes solo veíamos en los telediarios y a muchos kilómetros de distancia. Y con todo, será diferente. No es una guerra, las guerras solo traen la muerte y se hacen para que los seres humanos se maten los unos a los otros. Esta en una lucha cuyas armas son muy distintas a las de la guerra: el cuidado, el sacrificio por los demás sin distinción, el amor a los semejantes, el compromiso con los más vulnerables. Y en esta lucha la vida es la que saldrá ganando, sin duda. Ojalá entonces podamos decir que hemos aprendido a poner la vida en el centro, después de haberla visto amenazada y violentada nuestra vulnerabilidad. Ese día, seguro, más temprano que tarde, volverán los abrazos.